Riccardo Cassin. 100 años de historia.

Riccardo Cassin

Riccardo Cassin. 100 años de historia.

 

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ueva sección en la que con la colaboración de Alta Montaña Magazine haremos un recorrido por la historia del Alpinismo, con mayúsculas. Grandes personajes, rutas, vías y expediciones se irán sucediendo a lo largo de los próximos números en un intento por conocer los grandes hitos en la conquista de la vida y de las montañas. Comenzamos con la figura de Riccardo Cassin, un hombre sin el que la historia del alpinismo hubiera sido diferente a como hoy en día la conocemos. Gracias, Juan Caballero, por tu pasión y dedicación para que esta sección vea la luz en Kissthemountain.

 

Texto: Juan Caballero | Alta Montaña Magazine

LA VIDA

Dicen que cuando Riccardo Cassin quiso enfrentarse a las Grandes Jorasses, acudió al guarda del refugio, le mostró una postal, y apuntando con el dedo al espolón norte de la punta Walker le preguntó: ¿Sabría decirme dónde está esta montaña? Riccardo nunca antes había estado en el macizo del Mont-Blanc.

Cassin es más que una historia. Cassin es una leyenda con dos grandes protagonistas: la montaña y el hombre. Forjándose en su macizo de la Grigna y pasando  por los Alpes, Norteamérica y el Himalaya, dejó su huella abriendo las vías más icónicas con un equipo que él mismo fabricaba.

Riccardo Cassin nació en Friuli (Italia) el 2 de enero de 1909.  A los 17 años se trasladó a Lecco para trabajar como herrero y ayudar a su madre a criar a su hermana pequeña, ya que su padre habiendo emigrado a Canadá había falleciendo en un accidente en la mina donde trabajaba. Durante los primeros años de su nueva vida en Lecco compaginó dos aficiones, la montaña y el boxeo, deporte en que disputó unos 50 combates y en el que, según cuentan, se defendía bastante bien. Tanto que tuvo que tomar una decisión marcada por la grave enfermedad que sufría: el amor a la montaña.

Dudo mucho de que tengáis ganas de imitarme en mi primera escalada. Nuestro grupo acababa de comprar una cuerda de algodón de 12 milímetros de grosor y unos 50 metros de largo. Para bautizarla, se eligió la Punta Angelina. 50 metros de cuerda para siete u ocho personas no son suficientes y no es prudente atarse en esa multitud, pero son apreciaciones que hago ahora. En aquella época, como decía, no había maestros, sólo 50 metros de cuerda y un grupo de jóvenes impacientes por el deseo de medirse a la roca”. Son palabras de Riccardo Cassin extraídas de su libro “Jefe de cordada. Mi vida de alpinista” para relatar su primer encuentro con la pared.

 

  LAS GRANDES JORASSES

Riccardo Cassin dio un paso al frente en el mundo del alpinismo cuando en julio de 1938, junto a Gino Esposito y Ugo Tizzoni, realizó la denominada directísima al espolón norte de la punta Walker en las Grandes Jorasses, que alcanza los 4.206 metros de altitud. Una verdadera hazaña que todavía hoy en día muy pocos alpinistas se atreven a realizar, a pesar de los medios mecánicos y las facilidades que en la actualidad se encuentran para llegar a pie de pared. Digo esto porque en aquel verano de 1938, aquellos tres intrépidos alpinistas, sin ningún tipo de información más que una postal con una foto de la pared, salieron de Lecco hacia Courmayeur, para desde allí subir hasta el collado del Gigante, donde se encuentra el Refugio de Torino, descender por Mer de Glace para volver a subir al refugio de Leschaux y desde allí llegar al glaciar de Mont Mallet, desde donde se divisa la espectacular cara norte de las Grandes Jorasses. ¿Os podéis imaginar que pasaría por las cabezas de aquellos tres jóvenes italianos al ver aquella pared que sólo conocían por una foto? Debió de ser impresionante. Una sensación indescriptible que en los días en los que vivimos es difícil de imaginar.

 

EL SEXTO GRADO EN DOLOMITAS

Pero antes de esta sonada hazaña, muchas de las incógnitas de las paredes de las Dolomitas ya habían sido resueltas por la destreza de Riccardo y de sus compañeros: la pared nordeste de Pizzo della Pieve, Cimone della Bagozza, la pared sureste de la Piccolissima de Lavaredo o la Comici-Dimai en la norte de la Grande de Lavaredo. En la historia quedará la anécdota de los dos jóvenes Cassin y Ratti, que en su impulso por ser los primeros en subir por la pared norte de la cima oeste de Lavaredo, no dudaron en esconderse por la noche entre los matorrales para que los dos bávaros que se encontraban allí con el mismo objetivo no les viesen entrar en la pared.

UNA LUCHA PARTISANA

Pero por desgracia, la segunda guerra mundial también llego a Lecco. Cassin participó activamente como jefe del Grupo de Escaladores de la Brigada Lecco entre 1943 y 1945. Su lema para aquella dura lucha partisana no podía ser otro que “a la montaña se va para ser libres. Sin la libertad el alpinismo no existe”.

 

EL AUGE DEL OCHOMILISMO. SUEÑOS FRUSTADOS

Después de la guerra tocaba trabajar duro para recomponer su empresa de material para escalada, lo que le obligó a llevar unos años de relativa “inactividad”, hasta que en 1953, desde el CAI [Club Alpino Italiano] le proponen una expedición al K2 en la cordillera del Karakórum. Estamos en pleno apogeo del ochomilismo. Ascender por primera vez una de las grandes montañas se había convertido en una auténtica batalla para los países que pretendían tal hito. Cassin no quería dejar pasar esa oportunidad. Con esta primera vez en el Himalaya llega su primera gran decepción en las montañas, cuando después de ir a reconocer el K2 y pocas semanas antes de partir la expedición, le comunican desde el CAI que por causas médicas no puede tomar parte de esta actividad. Posteriores chequeos demostraron que Cassin gozaba de una excelente salud. Seguramente no se trató más que de una cuestión de egos, pues según el propio Cassin, Ardito Desio, líder de esa expedición, se sentía amenazado en su protagonismo por Riccardo.

MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS EUROPEAS

Su actividad como alpinista no cesó en los siguientes años. En 1958, el propio CAI le encarga la difícil empresa de ascender por primera vez el Gasherbrum IV. Cassin iría como jefe de la expedición y bajo su mando estaría gente como Walter Bonatti, quien junto con Carlo Mauri, haría cima el 6 de agosto de ese mismo año.

Más tarde, en 1961, Cassin daría el salto a Norteamérica con el objetivo de ascender la todavía virgen pared sur del McKinley de 6.194 metros, que se salvó con un gran éxito. En 1969 le tocó el turno a la cara oeste del Jirishanca de 6.126 m. En 1975, junto a Reinhold Messner, y a la edad de 66 años, intentó la dificilísima cara sur del Lhotse.

LA PASIÓN NO TIENE EDAD

A lo largo de su vida, Riccardo Cassin protagonizó unas 2.500 ascensiones, siendo muchas de ellas primeras rutas. A los 78 años repitió, en el 50 aniversario, su ascensión a Piz Badile dos veces en una semana.

A los 100 años de edad, el 6 de agosto de 2009, Riccardo Cassin fallecía en Lecco, rodeado de todo aquello que amaba: las montañas y la gente que le vio disfrutar cada día como si fuese el último. Ahora que Riccardo ya no está aquí, todo lo que queda, su historia personal, sus rutas y sus logros continuarán siendo los sueños de muchos.

Grabado para siempre, el recuerdo de un hombre que nunca se privó de la vida o de las montañas.

 

 

 

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