Groenlandia. White Out. Blanco sobre blanco.

Groenlandia

Groenlandia. White Out. Blanco sobre blanco.

Texto & Fotografía: Paralelo 70

  

Acompañado únicamente por su arpón, el pescador solitario avanza sobre el hielo. El cuadro es totalmente blanco. Al girar la vista se pierden todas las referencias y el sonido de tu respiración es lo único que te hace saber que la experiencia es real”. Groenlandia 2016.

 

Nieva. Es extraño.

La sensación debe de ser parecida a la de estar encerrado dentro de una inmensa esfera blanca.

Con el cuerpo totalmente cubierto, el único sonido que oigo es el de mi propia respiración. Cuando me detengo…, nada. Un vacío silencioso y sobrecogedor. La única referencia que tengo es la del pescador que avanza hacia el blanco, a unos 30 metros, y aún así, la nieve no lo difumina.

La imagen es profunda. No se trata de la visión plana y cerrada que se forma con la niebla, sino que tiene mucha profundidad. Pero es imposible saber cuánta. Es la imagen de una paranoia onírica, más propia de la imaginación que de la realidad.

Durante un momento me retiro la máscara. El blanco es absoluto. Casi no puedo creer los valores de medición de luz que me da la cámara; la luminosidad es tan alta que vuelvo a ponerme la máscara antes de que se me desprendan las retinas.

 

Es el White Out, un fenómeno ártico que se produce cuando se funde el blanco del suelo con el del cielo, se pierde la línea del horizonte, y todo se vuelve igual, de un blanco tan intenso y tan homogéneo, que impide distinguir la propia huella ya que no se proyectan sombras.

Avanzamos sobre la helada superficie del mar en busca de alimento. Nos parece mentira poder arrancar algo de vida a este vacío.

La imagen del pescador parece sacada de un cuento para niños. Sin embargo es real, arcana, pura.

Havanna recoge con la pala la nieve de la superficie y comienza a picar el hielo hasta que forma un cuadrado. La capa es muy fina. Prepara el sedal, el cebo, lanza el lastre y, con ayuda de un gran carrete de metal oxidado, introduce una línea de unos 300 metros. Dos horas después han picado en casi la mitad de los anzuelos.

Cuando regresamos, con el trineo lleno de peces, el viento empieza a soplar con fuerza. La nieve se arremolina junto a los pequeños accidentes de la superficie, y los perros, enroscados sobre sí mismos, comienzan a cubrirse de nieve.

 

Empieza a caer la luz y la tempestad gana en intensidad. El viento barre la nieve acumulada en las laderas de los fiordos, proyectándola con fuerza.

En el interior de la cabaña de cazadores, bebemos café caliente y cenamos la foca que cazamos hace un par de días. Sin embargo, no puedo permanecer dentro demasiado tiempo. El justo para calentarme. El espectáculo está fuera, el infierno blanco bañado por la espectral luz de la luna que se filtra a través de las nubes. No queramos ni siquiera imaginar lo que debe de ser pasar una noche a la intemperie dentro de una auténtica tormenta ártica…

Durante toda la noche cruje la cabaña. El aullido del viento, que hace horas engulló el propio aullido de los perros, nos muestra la realidad; estamos totalmente aislados en una remota región de la costa este de Groenlandia.

A la mañana siguiente todavía sopla algo de viento racheado que desplaza nieve y hielo a escasos centímetros de la superficie helada. Todavía no ha amanecido pero la claridad inunda ya todo el paisaje.

Conforme empieza a elevarse el sol, los sutiles colores de las luces del norte dan paso al dorado que va pintando los picos de las montañas que conforman el fiordo.

 

Durante la noche han caído 30 centímetros de nieve, y ahora la banquisa vuelve a ser de un blanco inmaculado. Sobre la delgada capa de hielo que cubría el brazo de mar no se aprecian ahora grietas, lo que unido al peso añadido de la nieve, la hace aún más inestable y peligrosa.

Debemos salir de allí lo antes posible en una carrera contra el hielo que está deteriorándose a un ritmo exponencial.

De hecho, a la vuelta, Havanna no podrá regresar, sobre su trineo, días después a Sermiligaaq. El mar se habrá abierto completamente, obligándolo a embarcar con sus perros. Pero eso será días más tarde, y nosotros, huyendo del avance del agua, tenemos todavía mucho blanco que ver.

La banquisa, lenguas glaciares, hielo caótico, icebergs y mucha nieve, pero nada de aquello será comparable al blanco absoluto del White Out.

 

“El viento arrastra partículas de nieve y hielo formando una nebulosa que envuelve todo lo que asoma sobre la superficie. El blanco vuelve a apoderarse de todo, y el frío cala los huesos helando el aliento.”

 

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