El Desafío Meridiano 0 de Sílvia Puigarnau. (Des)conexión.

El Desafío Meridiano 0 de Sílvia Puigarnau. (Des)conexión.

 

 

Sílvia Puigarnau y Óscar Balsells, acompañados por Ester Guerrero y David Ariño para prestar ayuda con las redes sociales, la logística y el material audiovisual, emprendieron el pasado 29 de mayo un proyecto que tardarán mucho tiempo en olvidar: recorrer a pie los aproximadamente 490 kilómetros que hay desde la frontera natural del circo de Gavarnie, en el puerto de Bujaruelo, hasta las playas de Castellón, por los caminos, sendas, pistas y carreteras más próximas a la línea que marca el Meridiano 0.

Todo desafío deja un poso mental que acompaña durante el resto de la vida. Es un camino de alegrías, miedos, dudas…, y también, en muchos casos, de ciertas decepciones. El creador de este desafío, Óscar, tuvo que abandonar la idea de realizar el trayecto junto a Sílvia por una desafortunada lesión a los pocos días de comenzar. Lo que no hizo fue retirar su apoyo a la corredora catalana y dudar en unirse a un equipo que ha temido, ha sufrido, se ha preocupado y, sobre todo, se ha reído a lo largo de los días que ha durado este enorme reto.

Lo que sigue a continuación es la forma de entender esta aventura por parte de Sílvia.

 

 

Extracto de conversación con Silvia Puigarnau
Fotografía: Ariño Visuals

 

EL DESAFIO

“La idea surgió de Óscar como un proyecto de apoyo turístico. Su intención era abrir una ruta lo más próxima posible al Meridiano 0 intentando ir por pistas, sendas o carreteras desde el puerto de Bujaruelo hasta las playas de Castellón. Llevaba un tiempo proponiéndome que lo hiciéramos juntos. Al principio lo veía como algo muy exigente y, como carrera, inviable. Con la situación del Covid, me dijo que había decidido acometerlo en cuanto abrieran las fronteras. Me apunté y comencé a ayudarle en todo su desarrollo, incluyendo la búsqueda de patrocinadores. Óscar nos hizo a mí y al resto del equipo un contrato para que pudiéramos ir trabajándolo durante el confinamiento. Él había hecho ya parte del recorrido en bicicleta, pero la idea era hacerlo a pie en 12 días como máximo, grabando por los pueblos que pasábamos. Al final, además de vosotros, Kissthemountain, se sumaron VanTrip con las furgonetas, Urquía & Bas que nos aseguró, Pyrenees Guides que se encargarán de la gestión de la ruta y RestNeige. Empezamos el 29 de mayo. Se unieron David Ariño como fotógrafo y cámara, y Ester Guerrero para apoyarnos con la logística y las redes sociales”.

“Al inicio de la ruta, el puerto de Bujaruelo, se llega por carretera desde Gavarnie. Como estaba cerrada, sólo podíamos acceder por la montaña, así que tuvimos que hacer camino para luego deshacerlo.

 

 

Eso fueron kilómetros y tiempo que gastamos. Nos íbamos apoyando con tracks y mapas, pero también preguntando. Por ejemplo, en la zona de Guara nos ayudó Santi Santamaría de Ultra Trail Guara Somontano, y por Castellón, Cristóbal Colón de Penyagolosa Trails. También nos indicaba gente que íbamos conociendo de la zona”.

“Hubo un punto de inflexión en este proyecto. Óscar, al tercer día se hizo una lesión en el tobillo que le impedía continuar. No dudé en seguir yo pues era un reto que me había propuesto, y como ahora te comentaré, soy muy exigente con mis compromisos. Nunca había hecho una bestialidad así y me apetecía probar el cuerpo. Hubo etapas que superaban los 50 e incluso los 60 kilómetros. Íbamos improvisando un poco. Sabía dónde había que llegar cada día, pero si podíamos avanzar un poco más lo hacíamos. Me pasó de todo. He estado horas y horas sola, sin cobertura e incluso haciendo tramos de 30 kilómetros sabiendo que no podría coger agua”.

 

LAS DIFICULTADES

“He pasado por muchas dificultades. Sería imposible nombrártelas todas. Un día, nada más salir comenzó a llover fuertemente. Tuve que parar porque me había congelado. Desayuné, pasaban las horas, pero no la lluvia. Quise salir igual. Ese día fue especialmente duro porque, aunque dejó de llover, el terreno estaba lleno de barro y no se podía correr. Se me hundían los pies. Atravesé muchos ríos y canales, árboles tumbados… EL GPS marcaba camino pero los payeses han hecho que no haya pista sino campo. Pasé por cultivos de trigo buscándola.

 

 

Ese día tardé muchísimo más de lo esperado. Cuando cogí cobertura, llamé a Edu [Sílvia se refiere al también corredor y su pareja Eduard Hernández Teixidor] para decirle que estaba viviendo un aventurón y que no me creía que estuviese tan tranquila en medio de la nada después de haber cruzado tres ríos, con las zapatillas llenas de barro y que incluso me hubiera perseguido un perro. Me sorprendí mucho a mí misma”.

 

EL CARÁCTER Y EL PERDÓN

“Como te decía antes, soy muy exigente conmigo. Cuando quieres mejorar para la competición siempre está el ritmo o el pulso en la cabeza. En este proyecto, mi reloj no lo usaba para eso sino para guiarme junto al otro GPS y los mapas. Me olvidaba y, sobre todo, me perdonaba por no ir rápido o no poder correr sino andar. Te parecerá muy sorprendente, pero soy así, y necesitaba encontrar el perdón hacia mí misma. Si me perdía, volvía para atrás y no pasaba nada. Me daba cuenta de que la tirada de 40 o 50 kilómetros me la había comido al medio día.  Tenía ganas de salir cada mañana. Quizás tuve un bajón el cuarto o el quinto día, pero al siguiente hacía los 20 primeros kilómetros en ayunas y sintiéndome muy bien. No miraba si iba a 4, 5, 6 u 8 minutos por kilómetro. Me daba igual que pasaran las horas. A veces sufría porque no me tuvieran que esperar mucho tiempo. No luchaba por bajar kilómetros, sino por no subirme a la furgoneta y abandonar todo”.

 

LA (DES)CONEXIÓN

“Me sentía muy conectada con lo que hacía y me divertía con cualquier cosa. A veces escuchaba la radio en los cascos para conectar un poco con el mundo por la situación Covid. En casa nos hemos aislado mucho y era la primera vez que salía. En cierta medida, me preocupaba un poco, pero la mayor parte del tiempo me olvidaba del virus. No existía. Sólo era correr”.

“Yo soy más de montaña técnica y temía el momento de llegar a los Monegros, pero al ir sola fue como una especie de regalo porque pude conectarme conmigo misma. A veces, había gente que me acompañaba un trocito y, espero que se entienda, aunque agradecida, no estaba cómoda. Me acostumbré a estar sola. Es curioso. Cada día salía con pilas cargadas, pero si iba pesada de piernas me daba igual porque estaba sola y nadie me iba a decir nada, ni siquiera yo misma”.

“Un día teníamos reunión de profesores. Contaba con permiso lógicamente para hacer este reto. Los escuchaba en la reunión y yo mientras corriendo por el monte. Pensaba todo el tiempo en lo afortunada que era”.

“Sentí mucha emoción al tocar el Ebro. Me venían a buscar en barca y yo sólo tenía en la cabeza probar el agua del río. Fue una etapa de 56 kilómetros muy dura y con mucho calor. La barca no me podía recoger donde yo llegué. Tuve que andar algo más y sólo pensaba en tirarme al Ebro”.

 

 

“La gente me pregunta en qué pensaba y yo les respondo que en nada. Vi ciervos. En la zona de Guara tuve miedo por una tormenta. Me dan pánico los truenos. Además, había un trozo antes de entrar a Guara en el que se perdía el camino. Vi una línea de luz y subí. Ponía que existía una pista y no. Sentí miedo, pero era por los relámpagos. Los otros días no lo tenía, aunque me perdiera”.

 

LA AMISTAD

“Creo que cuando pasen los años, lo que más recordaré de esta aventura será la amistad con el equipo. Cuando llegaba me preparaban de comer y vivíamos algo muy bonito. Siempre digo que volver a casa fue como si hubiera regresado de unas colonias. Éramos un grupo de amigos que nos reíamos mucho. He sufrido, claro. Calor, frío…, pero el apoyo que he encontrado en esta gente ha sido impagable”.

“Me emocionaba al pensar que había tres personas esperando a que llegara. Lo tenía que hacer por ellos. Ni me planteaba subirme a la furgoneta. Apreciaba cualquier cosa y me sentía muy afortunada. La conexión que hicimos los cuatro fue brutal. Ese día que te he contado de la lluvia y el barro, me preguntaron qué me apetecía comer. Yo quería unos huevos fritos con bacon. No tenían, pero sacaron jamón serrano y me los hicieron con arroz. Quería abrazarlos”.

“La conexión era total. Había momentos en los que escuchaba el dron y eso me indicaba que estaba llegando a donde me esperaban. Escucharlo y sentirlo me daba compañía y me provocaba una gran alegría”.

 

 

“Llegué a la playa antes que los cámaras. El día de antes hice más de 60 kilómetros para que en el último sólo tuviera que afrontar 25. En el baño en la playa al llegar a Castellón no era aún consciente de que me había cascado casi 500 kilómetros. No me lo creí hasta la comida. Entonces, cogí el champagne. La emoción salió después al contarlo y ser consciente de que luchaba por no subir a la furgoneta”.

“Podría decirte que recordaré siempre los paisajes, pero ya he visto muchos. Lo que nunca olvidaré fue lo que sentí con el equipo. Hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien. Cada día tenía ganas de encontrarlos y de reírme. Me quedo con ellos y con cómo se ha volcado la gente. Pasa por aquí, si quieres te acompaño… Es por ellos, no por el trayecto”.

 

EL APRENDIZAJE

“¿Qué he aprendido de cara al futuro? Lo he pensado mucho. Creo que me aportará mucha paciencia y seguridad. Me ha reafirmado en que con estas dos cualidades, todo se consigue. Hubo momentos malos, de bajón, pero luego me recuperaba y volvía a correr. Todo pasa y puede cambiar la situación. También, como te he dicho antes, he aprendido a perdonarme. Pienso que lo que he sentido es lo que mucha gente dice cuando hace el camino de Santiago. Al final se acuerdan de las amistades que han encontrado. También ha habido paisajes y pueblos abandonados que me han maravillado. No conocemos nada lo que tenemos alrededor”.

 

 

“Me he sentido muy fuerte de cabeza y eso me gusta, porque aunque me dicen que tengo una gran fortaleza mental, muchas veces me tiro piedras. No me planteaba no poder terminarlo. Salía y corría. He sido responsable con lo que me había propuesto, y esto es muy importante”.

 

LA VUELTA A LA REALIDAD

“Lo peor ha sido la vuelta. Estuve tres o cuatro días desubicada y realmente cansada. Han pasado ya unas semanas y todavía queda algo de esto que te cuento. Al volver a casa tenía un montón de trabajo, pero no quería hacerlo. El cuerpo y la mente estaban cansados y en otro sitio. En el Meridiano 0”.

 

 

 

 

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