Cecilia Buil. La autenticidad en la exploración.

Cecilia Buil

Cecilia Buil. La autenticidad en la exploración.

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Cecilia Buil acaba de volver de una expedición en una de las zonas más remotas de Nepal para ascender, junto a Anna Torreta e Ixchel Foord, una pared virgen de unos 600 metros en el Mugu Peak (5.340 metros). Sin apenas información y tras un mes en el campo base con condiciones muy hostiles, se han quedado a cuatro largos de la cumbre después de semanas de mucho viento y unas temperaturas en la pared de -15°C. Repasamos con ella su visión de la montaña y algunas de sus actividades. Cuando la constancia y la ilusión mandan, la fuerza es imparable.

 

Artículo publicado en Kissthemountain #32. Eternidad. 
Por Kissthemountain. Seotiembre 2018

 

Kissthemountain: Hola Cecilia. Ya de vuelta en casa después de unas semanas por Nepal, ¿no? Creo que ha sido una expedición muy dura. Seguro que ha supuesto una gran experiencia para ti.

Cecilia Buil: Volvimos los últimos días de Octubre. Ya va quedando atrás y voy recuperándome.

K: ¿Cómo fue el mes en el campo base? Creo que con mucho frío y nieve…

C: Realmente nieve tuvimos pocos días y no en mucha cantidad, pero el frío y el viento fueron muy intensos. Ésa fue la tónica. Nada más llegar nos advirtieron de que era un sitio ventoso. Este año además ha sido especialmente frío en el país y en la cordillera, no tanto de nieve, pero sí de muy bajas temperaturas.

K: Aparte de aislado, porque el valle del Mugu es una de las zonas más remotas y menos frecuentadas de Nepal. Parece que el turismo no ha cambiado en esta área.

C: Sí, de hecho lo que más nos chocó es que no vimos a nadie. Apenas a un par de alemanes nada más llegar que andaban haciendo un trekking  por su cuenta. Iban solos a hacer una ruta muy larga. Desde China, querían atravesar prácticamente todo el Himalaya de Nepal. No encontramos a nadie más. Tampoco servicios. Duermes en casas particulares de gente realmente pobre. Eso sí es una cosa que nos chocó a todas.  La pobreza extrema que tienen allí. Tremenda. Es una zona con un clima tan duro que, salvo yaks, burros y caballos para el transporte, no permite otros tipos de animales. Las condiciones tampoco dan para cultivar.

K: Imagino que al no llegar esa ayuda externa de otras partes más visitadas del país, se reduce el número de visitas de extranjeros, ¿no?

C: Sí, es una zona muy auténtica, pero dan ganas de promocionarla para ayudar un poco. Su forma de vida es realmente pobre. Aquello no es el Khumbu. Aunque se promocionase, es difícil que se masifique. Sí que vendría bien un poco más de turismo y que la gente pudiera vivir en mejores condiciones. Además, los pueblos están llenos de niños, por supuesto sin escolarizar. Nos explicaron los habitantes de Mugu que hace unos años vivían del comercio con Tíbet, a seis horas de la frontera, pero hoy en día son todo restricciones lo que dificulta esta actividad. No es un pueblo permanente, sólo viven allí en verano. En invierno tienen que descender al fondo del valle porque es muy hostil. Te insisto en que son realmente pobres. Viven en chabolas.

K: Con Anna Torreta ya habías compartido muchas cordadas. Creo que con Ixchel Foord algo menos. Es parte del juego interpretar las condiciones, adaptarse, cambiar de planes…

C: Así es. Siempre sabes que te puede pasar y más cuando vas a una zona que no conoces y la única información que tienes es de un par de alemanes que estuvieron por allí el año pasado. Sólo teníamos una foto de ellos y una publicación del American Alpine Journal que decía la altitud y los metros que le calculaban a la pared.

K: La idea de la actividad era subir al bonito arco de roca del collado que separa las dos cumbres y de allí ascender a ambos picos. Pero una vez en el campo base, visto lo descompuesto de la pared, decidisteis cambiar la ruta para hacer la cumbre más alta de una manera más directa. Al final tuvisteis que renunciar…

C: Sí, tomamos esa decisión al ver que la parte media resultaba mucho más peligrosa. Era un corredor muy cerrado donde caían muchas piedras. La roca no era muy buena. Primero cambiamos la vía a la cima más alta por el medio de la pared. Vino una nevada y la dejó blanca. Se fundió algo de la que había caído pero justo en la pared por donde íbamos a subir no se acababa de ir. Entonces cambiamos otra vez y buscamos la línea más fácil para llegar al punto más alto. El frío y el viento fueron nuestros enemigos allí. No nos esperábamos eso.

K: ¿Cómo se lleva estar en una pared rota en la que caen tantas piedras?

C: Escondiéndote siempre que se puede y teniendo muy presente donde estás. Es un poco como cuando al escalar en hielo buscas las reuniones siempre protegidas. Es la montaña. Puedes encontrar roca complicada y no por eso vas a dejar de escalar. Se dice que no hay roca mala sino mal escalador. Roca descompuesta, más difícil de tratar, menos agradable de escalar y más peligrosa, pero se puede hacer, sobretodo hasta ciertas dificultades. La escalada no era difícil. No es tan bonito como escalar una roca buena, pero era parte del monte a donde queríamos subir. Hay que adaptarse.

K: Una amiga tuya, Asunción Yanguas [Escaladora de Jaén], con la que has compartido risas y escaladas, destaca de ti tu templanza y sangre fría, tu psicología. Me comentaba lo fácil que haces la escalada, y que muchas veces parece que los que te están mirando se encuentran más nerviosos por ti que tú misma.

 

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C: Eso es porque lo disimulo muy bien. También me pongo nerviosa, pero no lo traduzco en síntomas físicos. Para que me pase eso tengo que estar muy descontrolada. Es una de las cosas que aprendes. Sí que me pongo nerviosa a veces. Soy consciente del riesgo que estoy asumiendo, tengo miedo, pero intento no traducirlo en señales externas. Aparentemente, desde fuera, puede parecer que no, pero sí lo tengo. Me ayuda a mantener la concentración y así evitar esos temblores o sudores que dificultan la escalada y que hace más difícil lo que ya de por sí es complicado. Ya me gustaría a mí no tener miedo. Aunque no estoy del todo segura, porque si no lo tuviera posiblemente no estaría aquí. El miedo es necesario, y yo lo tengo, pero creo que he aprendido a que no me influya a la hora de escalar.

K: ¿Qué significa para ti la palabra cordada?

C: Cordada significa también amistad, aunque yo he hecho muchos experimentos de escalar con gente que no conocía. Por ejemplo con Asunción. Casi sin conocernos fuimos a escalar a Alpes. Pasamos una semana fantástica allí y somos muy buenas amigas. Creo que lo normal es que de una cordada salga una amistad.

K: En tus actividades evitas las escaladas clásicas, primas la aventura, el descubrimiento y la soledad. ¿Esa llama sigue aún encendida?

C: De hecho me horrorizan las colas y las masificaciones. Me sacan de quicio. Si llego a una vía y tengo que hacer cola me voy a otra. No se me ocurre hacerla por muy clásica que sea o por mucho nombre que tenga. Tener una cordada delante te lo pone mucho más fácil. Además, hay sitios en los que no se puede de otra manera. Pero en algunos lugares directamente es imposible si la roca está muy suelta. Tampoco me gusta la presión de tener otra gente detrás. Evito las normales porque me gusta la aventura. Una vía que no está transitada es mucho más monte y más auténtica que una que sí lo está, y que por tanto ha sufrido modificaciones.

 

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K: Creo que ese espíritu aventurero y de exploración es lo que nos suele llevar a la montaña. La expedición al Mugu define a la perfección tus motivaciones.

C: Es muy probable confundirte en la logística o condiciones cuando vas a un monte en el que no ha habido intentos previos. He tenido varias expediciones en las que pensaba que iba a un sitio y me encontraba con algo diferente. Pero me encanta esa sensación de llegar las tres escaladoras, junto con Dafne, la fotógrafa, y saber que estamos solas en muchos kilómetros a la redonda. Percibes el monte tal y como es, con toda la hostilidad que te dice que tienes que valerte por ti misma, que no hay posibilidad de rescate o de ayuda. Te sientes como esos primeros aventureros que iban a otro mundo. Eso es lo que realmente me gusta y lo que me parece más auténtico. Es lo que siempre me ha llamado y no creo que vaya a cambiar. Con los años, cuando pueda escalar menos, seguro que también encuentro montaña auténtica, sin gente. Es mi opinión. Entiendo que a otras personas les pueda llenar otro tipo de actividad.

K: Hay tantas concepciones del mundo y de la montaña como personas. Esas ganas de exploración, de estar en un medio hostil, te llevan a desenvolverte bien tanto en escalada en hielo como en artificial.

C: Sí, es lo que más me motiva. De hecho, el aprendizaje de nuevas modalidades es parte de esa aventura. Ir a un mundo desconocido, a una modalidad nueva, salir de tu zona de confort también es una aventura. Se puede hacer de muchas maneras. Me gusta aprender y descubrir de esa forma.

K: ¿Qué te aporta la escalada artificial?

C: Subir por paredes por las que de otra manera no podría hacerlo. Esa es la verdad. En realidad no tengo espíritu artificial. Me gusta y me lo paso bien, pero para mí es una herramienta más que un fin. Es muy útil en las grandes paredes. Creo que cualquier escalador debería practicarla en algún momento porque, te guste o no, aprendes mucho sobre autoprotección. Y eso te da mucha más confianza para escalar en libre. Pienso que es parte de la formación necesaria para tener más soltura.

K: ¿Que te llevó a escalar en hielo?

C: Empecé a escalar en hielo con una motivación parecida a la de la artificial. Me veía limitada en actividades que hacía. Ahora el hielo se ha convertido en un fin con prioridad absoluta en el momento en el que llega el invierno. Me ha enganchado de una manera increíble. No podía imaginarlo cuando empecé. Al inicio me sentía muy muy incómoda, pasaba mucho frío, miedo y penurias. En una temporada no se aprende todo lo necesario. Aguanté tres y a la cuarta me enganchó totalmente. ¡Espero el invierno como loca! Incluso ha habido veranos en los que he he ido en busca del invierno al hemisferio sur. [Risas].

K: Si miras hacia atrás y ves tu evolución y las grandes actividades que has hecho en hielo, ¿cuál recuerdas más especial?

C: Hay una actividad que me resultó especialmente emotiva, probablemente porque ya había estado allí antes. Fue en Rjukan, en la Lipton. Es una cascada difícil, un emblema de Noruega, mítica. No es la más difícil, pero está ahí. Es mucho de apretar. La primera vez que fui estaba empezando. Tenía dos compañeros muy buenos escaladores, entre ellos Iñaki Cabo. Ellos la hicieron mientras yo los veía desde abajo. Ni se me pasaba por la cabeza que diez años después subiría esa cascada haciendo además todos los largos. Significó mucho para mí. Recuerdo mirarlos con admiración preguntándome cómo podían subir por ahí. Estar después allí, haciéndola de primera, fue muy emocionante. Creo que es el ejemplo de cómo con esfuerzo y dedicación podemos hacer casi cualquier cosa. A pesar de tener incomodidades, incluso miedo al principio, si insistimos podemos llegar a conseguirlo. Fue para mí un símbolo de la constancia y de la insistencia. Además disfruté escalando. Esto es muy importante.

También hay otra en Canadá de hace poco, del proyecto HuEllas On Ice [Proyecto de Cecilia de hacer una apertura femenina en hielo en cada continente del planeta]. Fue como un milagro. Vimos una vía con unas condiciones muy específicas que exigían mucho frío, -25°C, porque entra el sol y es una capa muy fina. Era una vía que no se había formado ni siquiera antes en la pared más famosa de hielo del mundo, la Weeping Wall. La recuerdo como una apertura milagrosa y un acto de generosidad de un local, Jon Walsh, y de Ixchel Foord.

 

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K: Hablando de HuEllas On Ice…  Vas más enfocada en femenino en tus cordadas.

C: En el proyecto HuEllas On Ice estoy centrada en aperturas femeninas, pero no es lo único que me importa. La calidad y belleza de las aperturas es lo más importante. La participación de mucha gente, hombres y mujeres, es necesaria para poder terminarlo. Estoy centrada en eso. En Sudáfrica hice cordada mixta con mi marido, Alejandro Ibarra. Fue un largo que abrí yo. Así que se puede decir que fue una apertura casi femenina. [Risas]. ¡Allí no quería acompañarme nadie!

K: Tienes varias actividades en las que tú has abierto todos los largos. ¿Por qué? ¿Se reúnen las condiciones para hacerlo así?

 

C: Muchas veces no. En la Lipton fue porque yo me había comprometido a hacer una escalada femenina. Era un programa de Al Filo de lo Imposible. La compañera con la que iba a ir, al final no pudo hacerlo. Fui con Josito Romay. Hice todos los largos, pero él también. La hicimos dos veces. Era el compromiso que había adquirido. He hecho también alguna cosa en solitario, pero no es mi manera habitual de escalar.

K: ¿Crees que en la montaña se le exige más a la mujer que al hombre?

C: En realidad no se exige más según ciertas actividades. Es más fácil vender una femenina que una masculina, pero, y hablando en general, a no ser que una sea una escaladora muy asentada o una actividad en solitario, siempre se tiende a dudar. Lo veo por comentarios que oigo a mi alrededor incluso referidos a mí misma. Creo que esto ocurre menos con los hombres. Donde se exige más es a la hora de incluirte en un equipo para hacer algo. Para que lo hagan con una mujer en un proyecto potente, tiene que tener súper demostradas sus capacidades. Eso creo yo. Tengo la sensación de que como mujer tengo que estar demostrando lo que puedo aportar. Quizá sólo sea mi apreciación, pero es una de las razones por las que me gusta escalar en cordadas femeninas.

 

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K: Las mujeres, en general, son mucho más estéticas escalando que los hombres.

C: Es más estética la escalada. Más efectiva habría que verlo en cada caso. Tenemos que buscarnos la vida de esa manera. Escalamos diferente, eso está claro. Físicamente no somos iguales. Lo que sí que creo es que podemos aportar mucho en el alpinismo, en actividades que son complicadas y entran en juego la logística, la estrategia y la cabeza. Ahí podemos estar a la misma altura que los hombres porque el componente físico no es tan grande. Está demostradísimo desde hace miles de años que los hombres tienen más físico que las mujeres, aunque también las hay que son un portento físico e igualan o incluso superan en fuerza a muchos hombres, pero no es lo habitual. En cambio, cuando entra el tema psicológico, todo se iguala. Escalada clásica, hielo, exploración, nuevas vías… En alpinismo las mujeres pueden estar a la misma altura y participar y aportar en nuevos proyectos.

K: ¿Hacia dónde van tus pasos?

C: Ahora voy hacia el invierno. ¡No puedo esperar a que llegue! Controlo las temperaturas, aunque de momento nada. Este año, coincidiendo con el centenario de Ordesa, voy a terminar el proyecto HuEllas On Ice. Sólo me falta la apertura en Europa y espero tener la suerte de hacerla a unos kilómetros de casa. Haré una colaboración con el Parque. Me encanta la idea. No ha sido algo planeado, pero me parece muy bonito, porque voy a esta zona desde que soy muy pequeña. Mis padres han estado siempre enamorados del Pirineo y del Parque Nacional en concreto, y para mí es muy satisfactorio terminar aquí este proyecto. Pensaba hacerlo en Finlandia o no sé dónde, pero va a poder ser aquí.

K: Poco más puedes pedir para el final de este proyecto de carácter internacional…

C: En mi casa y con el centenario del Parque… Mejor imposible. Tenemos la idea de realizar una edición con todas las aperturas para hacer un buen documental y una donación a Girls Education International, asociación para ayudar a niñas con riesgo de analfabetismo en todo el mundo. Donaremos un euro por cada metro que se haya abierto en el proyecto. Estoy buscando ayudas para poder llevarlo a cabo.

K: Ha sido un placer la conversación contigo, Cecilia. Me ha gustado escuchar tu manera de afrontar y vivir la montaña. ¡Que el proyecto con la escalada en Ordesa acabe genial y todo te siga saliendo bien!

C: ¡Eso espero! Con que el invierno sea normal, me vale. De momento el otoño está siendo bueno, con mucha lluvia necesaria para que haya un buen hielo. Ahora sólo queda esperar que venga el frío. Muchas gracias a vosotros. Ha sido un placer igualmente.

 

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