Belén Rodríguez Doñate. Vocación de altura.

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Belén Rodríguez Doñate. Vocación de altura.

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elén Rodríguez Doñate es nutricionista. A principios de agosto se hizo con el segundo cajón del podio en una carrera muy especial en Kirguistán: Lenin Race, que transita desde el campo base hasta la cumbre de esta estética montaña, de 4.400 a 7.134 metros. La vocación por hacer bien su profesión la llevó a empezar a correr y a especializarse en los deportes de resistencia para entender mejor a sus pacientes. Sin darse cuenta, su ilusión por conocer y mejorar se convirtió en una gran pasión. Esa misma motivación por experimentar la altura en su cuerpo la condujo a sentir la llamada del aire fino, de los retos mayúsculos, de subir cerca del cielo. Hoy disfrutamos de una charla que mezcla ciencia, deporte, aventura y sentimiento.

 

Texto: Alex Colomina | Kissthemountain. 

 

Kissthemountain: Hola Belén. Encantado de hablar contigo. Habrás pasado un verano muy bueno con el viaje a Kirguistán. Antes de hablar del pico Lenin me gustaría saber cómo fueron tus inicios en el mundo de la montaña.

Belén Rodríguez Doñate: Hola Alex. Un placer para mí también. Empecé a salir al monte de pequeña con mi padre. Nosotros somos de Albacete y allí no hay alta montaña, pero a mi padre le gustaba el campo, teníamos una finca y siempre íbamos a dar vueltas por allí. Estudié en Murcia, luego seguí en Madrid y empecé a hacer salidas por la sierra de Guadarrama, sobre 2003. Mi primera carrera de montaña fue en 2013. Aquel año aposté por la Transalpine Run, compitiendo mucho durante la temporada para prepararla. Ese mismo invierno comenzó también mi aventura con el esquí de travesía.

K: Fue un objetivo muy ambicioso empezar con Transalpine, una carrera larga por etapas. Quizás no sea la mejor opción para iniciarse en este mundo [Risas]. ¿Por qué empezaste a competir?

B: Todo vino un poco por mi profesión. Yo soy nutricionista y trabajo con muchos deportistas. Empecé a conocer gente que competía. Primero estaba en el Consejo Superior de Deportes y luego ya tuve mi consulta privada. Soy de las que piensa que para ser un buen profesional tienes que practicar el deporte y tener la experiencia de saber lo que se vive. Es muy difícil poder ver el deporte como entrenador o nutricionista si antes no lo has practicado. La ciencia tiene un límite que te permite aplicar la teoría del atletismo a la montaña, pero si eres corredor de monte sabes cuáles son las necesidades más específicas. Con la nutrición pasa lo mismo. Así que empecé a correr por asfalto y a hacer algunas carreras. 2013 estuvo un poco relacionado con mi tesis doctoral. Estaba terminándola y fueron años bastante duros. Necesitaba una motivación externa que no fuera sólo la tesis, y me vino bien esa disciplina. Fue el primer año que cogí a un entrenador. Cuando estás todo el día estudiando o dedicándote a algo intensamente, tener un entrenamiento reglado ayuda a ordenarte el día.

K: Ayuda mucho. Yo casi siempre me entrené a mí mismo. Soy licenciado en Educación Física y planifico entrenamientos a corredores, pero es muy fácil dejarte llevar por las sensaciones. Nosotros siempre decimos que para el alto rendimiento es muy importante tener un entrenador, aunque el propio deportista sea profesional de esa área.

B: Aquella temporada me vino genial. Es verdad que aunque ahora llevo unos años entrenándome yo misma, tengo a un compañero que me planifica la fuerza. Así ya tienes a alguien para darle un feedback y que te pare los pies. Para mí es muy fácil decirles a mis deportistas que paren, pero a mí me cuesta mucho hacerlo, aunque me lo organicen. El trabajo de resistencia lo llevo yo misma porque me apasiona la fisiología. He leído y estudiado mucho, y considero que soy mi propio conejillo de indias.

K: La propia experiencia es muy importante para darle un valor añadido a tu trabajo. Vivir en tu piel el deporte no se estudia. La mezcla de ciencia y experiencia es lo mejor. ¿Qué te llamó la atención de las ultras en montaña? Las carreras que has corrido estos años atrás son muy de mi estilo: montañeras, técnicas, en ambientes espectaculares…

B: En montaña me gusta cuanto más técnico mejor. Y el tema de las carreras largas seguramente es porque se adaptan más a mi perfil de corredora. Yo no soy una chica muy delgada ni presento condiciones de una deportista élite. A nivel fisiológico, con 37 años, me adapto mejor y puedo obtener resultados más óptimos en carreras largas. Aún así, he mejorado en velocidad mucho más ahora que estos años atrás. Sigo en asfalto. Me gusta. Intento correr todos los años una maratón. Prepararla es otro mundo, y para quien le guste correr es la Prueba con mayúsculas. En montaña me siento mejor en carreras largas y técnicas. Como me gusta el alpinismo y la montaña dura, disfruto más de esas experiencias.

K: Tener una base aeróbica tan fuerte y afianzada te ayuda a poder correr más rápido que antes, sin duda.

B: Me gusta correr largo, pero también hay que ir haciendo corto. En carreras de 20 o 25 kilómetros lo paso fatal [Risas]. En ultras, cuando vas bien, si no tienes problemas de estómago y llevas un ritmo cómodo, vas teniendo dolores, pero el sufrimiento es distinto. Por ejemplo, darle la vuelta al Aneto o al valle de Tena es brutal. Sales y en un día recorres muchos sitios espectaculares.

 

Belén empezó las actividades de alta montaña en la edad adulta y las cogió con muchas ganas. Evolucionando del montañismo a las carreras de montaña, para pasar al esquí de travesía y a actividades invernales con más compromiso. Una evolución lógica y bonita. Dedicando tiempo y aprendiendo de los veteranos. La mejor manera de llegar lejos, con paso corto y firme. Cuando la llamada de la montaña entra en el corazón queda dentro para siempre. Los conquistadores de lo inútil, vivencias y experiencias.

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K: Tu profesión de nutricionista está muy ligada al rendimiento. ¿Lo gestionas bien en tu propia persona o es más fácil planificar para los demás que para ti misma?

B: No tengo ningún problema. La verdad es que lo llevo muy controlado. Ayer pensaba, mientras preparaba la dieta a un deportista, que esta última temporada no estoy pesando los alimentos por falta de tiempo y lo noto en mi recuperación. Siempre animo a mis pupilos a que pesen todo. Es verdad que ayuda mucho. Ajusto las ingestas de carbohidratos y proteína por kg/peso del deportista y día. No se trata de estar pesando todos los alimentos a diario. Cuando aprendes puedes ir más a ojo, pero hay momentos en el año en los que es necesario sacar la báscula otra vez y pesar la comida. El comer lo llevo genial. Soy muy estricta, no por obsesión sino porque es mi estilo de vida. Se lo intento enseñar a mis deportistas. A mí comer mal, no me sale.

K: Tiene que ser un hábito.

B: Así es. Yo sé que cada comida debe de tener hidratos, proteína y fruta o verdura. Si me voy de viaje, puedo mover cielo y tierra para comprar fruta. No puedo estar sin ella. En las expediciones, la gente se quita peso de barritas y comida, y yo el peso tengo que quitarlo en material y ropa. Mi comida, barritas y suplementos tienen que venir conmigo. Es lo primero que meto en la maleta.

K: Los rusos también son muy duros [Risas]. ¿Cómo fue tu experiencia en Kirguistán y en el Lenin? Es algo que está apuntado en mi lista de sueños por cumplir.

B: Aún no soy consciente de lo que he hecho. En el fondo, sé que ha sido muy importante y potente para mí. Este año fui a la carrera del Elbrus en mayo y después al Lenin. En Rusia hice las tres carreras que había: el kilómetro vertical, la de esquí de montaña y la clásica a la cumbre.

 

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K: El pico Lenin es una montaña mucho más salvaje. He estado en el Elbrus y la sensación es que el entorno está domado, entre la estación de esquí y las instalaciones que hay alrededor…

B: Así es. En el Elbrus subes al refugio desde el pueblo en teleférico si quieres, y estás a 3.800 metros. Para llegar al campo base del Lenin ya es una expedición. Yo lo que no quería era montar campos de altura. Tengo amigos que fueron el año pasado, andan muy fuerte y no pudieron hacer cumbre. Me lo ponían de inaccesible y que era una carrera sólo para los de allí. Dan muy pocas horas para llegar a cima. Vas con la incertidumbre pero con ganas. Mi mayor miedo era el tema de los campos de altura durante la aclimatación, por el tema económico y porque no quería tener porteadores. Es mi filosofía. Yo quería hacerlo por mi cuenta y llegar hasta donde pudiera. Prefería entrenar subiendo y bajando que dormir alto, pero al final subí poco a poco mi peso, monté mi tienda y todo bien.

Lenin Race. Tradición e historia. Las carreras del Elbrus y del Lenin nacieron como competiciones militares. Eran las pruebas que tenían que pasar los soldados soviéticos que iban a las expediciones del Himalaya. En el Elbrus se hacía la primera selección, y la subida al Lenin era la prueba final. Desde hace unos años se recuperó como competición internacional para que los corredores más aventureros y osados pudieran sentir en sus cuerpos lo que es llegar compitiendo a 7.134 metros. La huella soviética. Gente dura, luchadora en un ambiente hostil, con el compañerismo y la camaradería por bandera.

K: ¿Cuánto estuviste?

B: En total fueron unos 20 días. Tuve problemas con el equipaje. Allí lo veían normal, pero me perdieron los dos petates. La agencia te dice que no pasa nada, que en dos o tres días te llega la maleta. Llegó una y la otra no apareció hasta los seis días. Mi petate estaba a nombre de otra persona y con fecha de otro vuelo [Risas]. Y allí sin material no puedes hacer nada. Mentalmente, los primeros días se me hicieron duros: llamadas, reclamaciones, dándole vueltas…

K: ¿Hiciste entrenamiento previo en hipoxia verdad?

B: Sí, estuve un mes con la máquina en Madrid. Hice cuatro o cinco sesiones a la semana. Todas ellas en reposo. Muy bien pautado. La idea era no dejar de entrenar para hacer esos protocolos. Este año no hice temporada de ultra porque me rompí un dedo. Por eso quería entrenar bien y que fuera un extra, que no mermara mi tiempo de entrenamiento. Si haces la hipoxia en bici o cinta te limita tus sesiones diarias. Al principio no lo notaba. Llevaba dos meses entrenando duro y me bajaron las defensas, algo normal en la hipoxia intermitente. Te notas que no acabas de estar enferma pero vas al límite. En cambio, la última semana con este tipo de entrenamiento, empecé a notarme muy fuerte cuando hacía series en cuesta. Yo creo mucho en la ciencia y está demostrado que mejora y ayuda a aclimatar. Estoy segura de que me fue muy bien.

K: ¿La nutrición en altura la llevaste bien en el Lenin?

B: La mochila iba cargada de suplementos. Todo lo que me podía ayudar a mejorar el rendimiento, mantener mis defensas y el sistema inmunológico potente iba en mi maleta. Suplementación variada orientada a la recuperación, vitaminas, fruta… De todas formas, en los campamentos base se comía bien y había bastante verdura. Era una dieta completa con hidratos, proteína y verdura, además en cantidad. Yo llevaba la suplementación de proteínas, probióticos, vitaminas, minerales, hierro, vitamina E…, no solo allí, también previo al viaje, ya que todo esto mejora el rendimiento en altura. A gran altitud tampoco comí mucho. Me habría gustado comer más. De hecho, el día que dormí a 6.100 metros se me olvidó la esterilla y la comida. No te cuento la noche… [Risas].

 

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K: Seguro que pasaste un buen rato en la tienda pensando en comida [Risas]. No hiciste la cumbre hasta el día de la carrera. ¿Qué altura habías subido en la aclimatación?

B: Llegué hasta el campo 3, a 6.100 metros. Allí pasé una noche porque mi idea era hacer cima antes de la carrera. No había pasado de 6.000 metros en mi vida y quería subir. Además, la arista a la cumbre es larguísima, muy expuesta al viento y me apetecía verla. Aquella noche hacía muy malo, y aunque hubo gente que hizo cima a mí no me merecía la pena el desgaste. Era un día muy duro a nivel de condiciones meteorológicas. Ni salí de la tienda porque te llevaba el viento.

K: Y finalmente llegó la carrera tras muchos días de aclimatación…

B: En la carrera me sobraban ya dos días. Llegué al límite. De hecho, el día antes estuve mala. La gente normalmente se ponía enferma los primeros días, al llegar al campo base, por bajada de defensas. Raro era el que no estaba tocado de la tripa o le había dado algo de fiebre. Yo en cambio aguanté todos los días, hasta que el previo a la competición tuve que acercarme al médico. Me preocupé bastante. Después de tantos días allí, pensar que no podría hacer la carrera… Pero fue pasajero. Al día siguiente me encontraba bien. Mucho tiempo en altura no se puede estar porque te consumes.

K: Llevas desde hace años la nutrición de Carlos Soria, por lo que seguro habréis aprendido mucho de todas sus expediciones.

B: Sí, de hecho yo empecé a hacer altura por él. Me fui con ellos a un trekking a Nepal para aprender sobre las experiencias deportivas de los pacientes. Carlos Soria venía a la consulta y yo le decía que en los libros ponía que a partir de los 4.000 metros tenías que beber cinco litros de agua. Está escrito en la literatura científica. Por lo que te cuenta él y lo que tú ves, sabes que es imposible beber tanto. Esa curiosidad por investigar y aprender para mi trabajo me llevó a empezar a experimentar la altura en mi propio cuerpo.

 

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Me di cuenta de que funcionaba muy bien. Así que al año siguiente busqué la carrera del Monte Rosa, y este año aposté por Elbrus y Lenin. De todo lo que me ha contado Carlos he aprendido mucho. También de estar yo misma en altura viendo cómo responde el cuerpo y lo que necesitas más o menos.

K: El cuerpo sufre mucho en altura y no está preparado para absorber todo lo que gastas por lo que la gente se va consumiendo.

B: Eso es. Algunos alpinistas dicen que tienen que irse con sobrepeso a altura, pero no es así. Tienes que irte fuerte, con una masa muscular potente, con un entrenamiento de fuerza previo. No hay que irse en el momento de estar más fino. La grasa ayuda a regular la temperatura corporal, pero eso no significa que tengas que irte pasado de peso. Me parece muy importante un buen control a nivel de suplementos. Evidentemente, las calorías que se pueden gastar en altura no las vas a comer. Es imposible, pero también es cierto que cuando estás en un campo avanzado a 6.000 metros, la actividad que tienes es mínima. El día de cima sí, pero cuando estás en la tienda, todo el día en el saco, caliente, la actividad que tienes es muy baja. El gasto calórico es mayor que si estás en tu casa, claro, pero no es un gasto brutal. Si estás en la montaña moviéndote y entrenando mucho, gastas más, pero si sólo sales los días de aclimatación a un ritmo muy bajo, tienes días de muy poca actividad.

K: El frío lo llevaste bien.

B: Sí. En la carrera no hay material obligatorio. Te dicen que lleves lo que veas, pero tienes que llegar a la cumbre con crampones de verdad y botas. Oksana Stefanishin, la atleta rusa que ganó la prueba, salió con unas zapatillas muy ligeras y a 6.100 se puso las botas. Yo llevaba unas zapas con botín y microcrampones, y después ya me puse las botas de alpinismo y crampones ligeros de aluminio. Hasta el campo 3 con las zapatillas tenía los pies fríos, y luego con las botas pasé calor. Debería haber llevado algo más intermedio y no cambiar. Pero como no tenía experiencia a más de 6.000 metros, preferí hacerlo así. Si las condiciones son muy frías o malas, mejor asegurar por si me encuentro mal y tengo que parar…

K: ¿Con qué te quedas del viaje? ¿Qué ha sido lo mejor?

B: La convivencia ha sido bonita. Me quedo con la experiencia, la aventura y toda la buena gente con la que he compartido días allí arriba.  Hasta el campo 3 fui compitiendo y pensando estrictamente en el reloj, porque me apetecía y me sentía fuerte. El tiempo de corte para llegar a cumbre en nueve horas es muy estricto. Si no llegaba a 6.100 metros en 4h15/4h30 sabía que no tendría oportunidad de alcanzar a la cima. Allí no eres consciente de lo que estás viviendo. Del campo 3 a la cima fue una experiencia totalmente nueva. Llegar a 7.100 metros al límite de tus fuerzas, contando los minutos para llegar antes del corte, escucharte, controlar sensaciones, miedos…

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Te encuentras en condiciones extremas y la vivencia interior es única.

K: El material era de Rab. ¿Qué tal te sentiste?

B: Iniciamos la relación este año. Me dieron material para irme y la verdad es que todo es una pasada. El saco, el plumífero y un cortavientos que utilicé durante casi toda la carrera… Tienen un material excelente. Estoy muy contenta y espero que la relación siga bien.

K: Proyectos futuros… ¿Qué tienes en mente?

B: Aunque me quede grande decirlo y aún tenga que sentarme a hacer números y plantearme bien el proyecto, sería ir al Manaslu e intentar hacer del campo base a la cima [Risas]. Me entra la risa floja de decirlo, y primero por el tema económico. El entrenamiento no me parece descabellado. Si enfoco toda la temporada a eso, puedo llegar bien preparada, pero en el aspecto económico tengo muchas dudas… Me encantaría. Me siento bien en altura y quiero dar ese paso. No me iría a una montaña alta a hacerla “normal”. Yo sufrí mucho en el campo 3 del Lenin. Me cuesta pensar en todo el material y comida que hay que llevar para ir subiendo poco a poco. Pienso que es un desgaste innecesario si estás fuerte y vas preparado para hacer un ataque desde más abajo con un estilo ligero. Un ejemplo ha sido Dominik Salcher, el austriaco ganador de la Lenin Race, que no llegó ni a dormir en el campo 3. Él estaba convencido de que no hacía falta. Entrenaba desde abajo subiendo y bajando. Yo dormí porque quería experimentarlo, pero es verdad que ves a la gente en los campos de altura muy desgastada. Cambia mucho atacar la cumbre desde más abajo que ir subiendo día a día distancias cortas. El ritmo, la ropa que llevas puesta… Así que habrá que ir preparando estos nuevos planes.

K: Seguro que sacarás todo para adelante con la motivación que derrochas. Un placer hablar contigo, Belén. Espero que acabe muy bien el año y la temporada que viene tengas éxito en todos los retos que te plantees.

B: Igualmente, Alex. Muchas gracias.

 

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La vocación mueve el mundo. Aprender, mejorar. Las mejores victorias son las sufridas, las peleadas. Sentir para saber cómo funciona. Cuando llevas dentro las ganas de hacerlo bien, todo se vive más intensamente y trabajar es un placer. Satisfacción para dar y recibir. Belén ha hecho de su cuerpo su laboratorio, y le encantan las sensaciones nuevas para poder transmitir después esas experiencias a los deportistas que ayuda. Cuando todo se mezcla. Trabajar, vocación, deporte y entusiasmo. Vida. Muchos sueños por cumplir.

 

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